La
palabra Astrología viene
del griego astron
(astro) y logos
(discurso), y se define
como el arte de predecir
el porvenir mediante la
observación de los
astros.
Existe un convencimiento
popular muy arraigado de
que nuestro destino,
tanto individual como
colectivo, está escrito
en las estrellas. Y
aunque no es fácil
demostrar lo que haya de
verdadero o de falso en
esta creencia, lo cierto
es que su trascendencia
se remonta a miles de
años y que cuenta en
nuestros días con
millones de adeptos en
el mundo entero.
La Astrología tiene sus
inicios en Mesopotamia.
Sus orígenes datan del
año 5.000 A. C., cuando
aquellas gentes (los
mesopotámicos) fueron
fascinadas por los
astros. Durante siglos,
observaron, anotaron y
estudiaron con tesón sus
apariciones y sus
ciclos.
No solo se trataba de la
multitud de estrellas
fijas y sus
constelaciones, de las
cuales acabaron por
extraer a mediados del
primer milenio de
nuestra era, una
secuencia zodiacal.
También del Sol y, en
especial, de la Luna que
regía su calendario, y
de los planetas, cuyas
apariciones,
movimientos, ausencias y
eclipses podían predecir
sin error.
Los antiguos astrólogos,
que eran más magos que
astrólogos, tenían la
idea que el Universo era
una compleja red, donde
todas las cosas,
estrellas, insectos,
animales, seres humanos,
construcciones, se
hallaban misteriosamente
vinculadas por una
especie de hilos
invisibles. Todo estaba
tan sincronizado y
ligado, que nada podía
variar sin que sus
efectos se notaran en
todo el Cosmos.
Los
planetas son, de entre
todos los astros, los
que describen
trayectorias más
dinámicas y naturalmente
a ellos se les otorgó
una función primaria.
Según los astrólogos
primitivos, escrutando
los movimientos de los
planetas era posible
inferir no solo las
razones de la conducta
pasada o actual de los
hombres, sino también su
futuro. Fue así como los
magos más eruditos
encontraron la clave
para dominar a sus
coetáneos con el estudio
del comportamiento de
los astros. Y fue así
también como el hombre
de la antigüedad pudo
prever los fenómenos
naturales y anticipar de
forma lógica todas sus
consecuencias sobre la
naturaleza o sobre su
propio espacio vital.
Las primeras
representaciones del
Universo fueron
establecidas entre los
milenios IV y III A. C.,
en la época sumeria: Se
concebía el Universo
como una inmensa bola
vacía, compuesta por dos
hemisferios, y cuyo
centro era la Tierra;
por encima se hallaba el
Cielo y por debajo el
infierno. Según esta
interpretación del
mundo, los antiguos
mesopotámicos imaginaron
que los dos hemisferios
se unían en las líneas
del horizonte, donde se
fundían el Cielo y las
aguas de las cuales
emergía la Tierra.
Según este criterio, y
desde su perspectiva,
las estrellas y los
planetas se desplazaban
desde lo inferior, por
encima y por debajo del
plano del horizonte de
la superficie del mar,
en esta enorme bola del
Universo en cuyo centro
estaba ubicada la
Tierra. Y ciertamente la
imagen de esta esfera
nos hace pensar en el
zodiaco.
|