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El
oráculo
de
Delfos
fue un
gran
recinto
sagrado
dedicado
principalmente
al dios
Apolo
que
tenía en
el
centro
su gran
templo,
al que
acudían
los
griegos
para
preguntar
a los
dioses
sobre
cuestiones
inquietantes.
Situado
en
Grecia,
en el
emplazamiento
de lo
que fue
la
antigua
ciudad
de
Delfos,
al pie
del
monte
Parnaso.
De las
rocas de
la
montaña
brotaban
varios
manantiales
que
formaban
distintas
fuentes.
Una de
las
fuentes
más
conocidas
desde
muy
antiguo
era la
fuente
de
Castalia,
rodeada
de un
bosquecillo
de
laureles
consagrados
a Apolo.
La
leyenda
y la
mitología
cuentan
que en
el monte
Parnaso
y cerca
de esta
fuente
se
reunían
algunas
divinidades,
diosas
menores
del
canto,
la
poesía,
llamadas
musas
junto
con las
ninfas
de las
fuentes,
llamadas
náyades.
En estas
reuniones
Apolo
tocaba
la lira
y las
divinidades
cantaban.
El
Oráculo
se
interpretaba
por tres
pitonisas,
las
intermediarias
entre
Dios y
los
hombres.
Al
principio
eran
jóvenes
vírgenes,
pero más
tarde
éstas
fueron
reemplazadas
por
campesinas
que
rondaban
los
cincuenta
años.
Para ser
pitonisa
no había
que
tener
ninguna
cualidad
especial,
y es que
el día
del
Oráculo
ésta se
purificaba
con un
baño
ritual y
se
vestía
de gala.
Después
se
colocaba
en lo
más
profundo
del
santuario,
y
respiraba
la
exhalación
sagrada,
que era
una
sustancia
alucinógena
que
manaba
de una
grieta
del
suelo.
Esta
sustancia
le hacía
entrar
en
trance,
y
comenzaba
a hablar
con la
voz de
Apolo.
También
gritaba,
se
lamentaba,
cantaba
palabras
incomprensibles…
Y todo
eso era
interpretado
por un
sacerdote
para dar
una
respuesta
al
consultante.
Ninguna
batalla
se
libraba
sin
consultar
antes el
Oráculo,
por
ello, el
oráculo
de
Delfos
influyó
en gran
manera
en la
colonización
de las
costas
del sur
de
Italia y
de
Sicilia.
Llegó a
ser el
centro
religioso
del
mundo
helénico.
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